Fundadores de Mariano Arista

Fundadores de Mariano Arista

lunes, 5 de mayo de 2014

"La Masonería local perdió el espíritu solidario y filantrópico"

Carlos Garay integró una de las logias de la Masonería paranaense y aunque ya no pertenezca a sus filas mantiene su condición de masón por “un espíritu que nunca se pierde” –según sus propias palabras. Fiel a preceptos inquebrantables –el secreto y el silencio– respondió con generalidades sobre ciertos temas –tal lo establecido por la organización según diferentes criterios y grados– y en otros se explayó sobre la antigua y poderosa orden. Mostró objetos y documentación de su colección particular en una actitud impensable en cualquier “hermano” hasta hace muy pocos años.

De estampillas y objetos antiguos
—¿Dónde naciste? 
—En Paraná, el 6 de enero de 1948. 
—¿En qué barrio? 
—Creo que mi madre me tuvo en el Sanatorio Rivadavia –el que estaba frente a la escuela Del Centenario– y me crié en calle Colón –entre Corriente y San Martín. Eran casas viejas que estaban donde ahora está ATE.

—¿Hasta cuándo viviste allí? 
—Hasta los 27 años.

—¿Cómo era la fisonomía general de la zona? 

—Calles de adoquines –que están debajo del asfalto–, mano hacia “arriba” –no como ahora que “baja”–, en la esquina estaba la ferretería Segón, a mitad de cuadra la relojería de Galván y también vivía en esa cuadra el escribano Carlos Nanni. A lado de ATE había una casa muy antigua que era el escritorio del doctor Lerena Díaz –con un pasillo por donde íbamos a jugar al fondo y en habíamos hecho una canchita. También vivió Jorge Graf y Chemín –un violinista–, a la vuelta –sobre Corrientes– los Carminio y estaba la perfumería 0020Bijou.
 
—¿Y en cuanto al centro? 
—También calles con adoquines –con dirección hacia la plaza– y al lado de la Unión Cívica Radical también había casas antiguas con frentes muy grandes. Donde está Musimundo era La Pampa, donde está MacDonalds creo que era Casa Rosa, Preston en frente, sobre 25 de Mayo había una casa de fotografía llamada Francesa y más allá la famosa pizzería Basaldúa.
 
—¿Qué actividades laborales desarrollaban tus padres? 
—Mi padre era empleado del Correo y mi madre siempre fue ama de casa. Antes, con un sueldo nacional se vivía.

—¿A qué más jugabas además de al fútbol? 
—Para molestar a los vecinos, doblábamos un alambre y conseguíamos una llanta de una bicicleta vieja para jugar al famoso aro. 
—¿Travesuras? 
—A fin de año, poner tapas con clorato de potasio en las vías del tranvía –que pasaba por la esquina– y colarnos desde la esquina de La Paz –donde hacían los cambios– hasta Nogoyá o Victoria.
 
—¿No se escapaban más lejos con el tranvía? 
—No, solo ese trayecto. Nos colábamos por detrás. En la plaza San Miguel andábamos en bicicleta y había un policía a quien le decían “patita de chancho”, que tenía una fusta. Cuando aparecía, no quedaba nadie.

—¿Personajes? 

—No, salvo los que eran conocidos como Fangio, Lolo –en la plaza–… los Corujo.
 
—¿Viste las bromas de los Corujo? 
—No, porque casi siempre eran de noche. Cuando comencé a ir al Colegio Nacional íbamos al Flamingo y al Japón.
 
—¿Tuviste alguna afición durante bastante tiempo? 
—Desde los 14 años coleccioné monedas y estampillas –hasta 1982. Había un club –detrás de la iglesia San Miguel– llamado Farol filatélico –donde nos reuníamos– y luego se hizo la Asociación Filatélica –cuyo gran impulsor fue Wolf, un gran coleccionista. En cuanto a los deportes, fui haragán, aunque iba al Rowing y al Estudiantes.
 
—¿Te dedicabas seriamente a la filatelia? 
—Sí, incluso participé en dos exposiciones. A la colección cuya temática era universal, barcos y flora, la cambié –para que se entusiasmara mi hija, que iba a una escuela privada– por la temática religiosa y de Navidad. Hice una linda colección y conseguí todas las religiosas que se habían emitido en Argentina. Cuesta mucha plata y las últimas que salieron de Navidad, eran bastante caras, no obstante tener un buen sueldo en YPF. En esa época había “corresponsales” y nos escribíamos por carta.

—¿Qué conocimiento te aportó este hobby? 
—La filatelia y ese tipo de hobby –a determinada edad– sirve para conocer mucho sobre los países, rarezas, sobre África, recibías revistas internacionales… 
—¿Coleccionaste algo más? 
—Desde chico conseguía y juntaba porquerías: esas balas de avancarga –de un cañón como el que hay en el museo– me las regalaron, tengo otra de la Primera Guerra Mundial, tengo la parte de atrás de un mortero y una bomba de avión.

—¿Qué te motiva para juntar cosas antiguas? 

—Tener, tener, tener… soy medio ciruja. En cualquier momento mi mujer me echa, por tantas porquerías. En calle España –cuando estaban construyendo MacDonalds– vi en un contenedor la pata de una bañera de esa casa antigua, pregunté si podía y me la llevé. Tengo llaves exclusas –de cuando trabajaba en YPF.
 
—¿Qué buscás particularmente? 
—Me dicen: “Vamos a la casa de fulano a ver cosas antiguas” y yo voy, y si me decís que vamos a un lugar donde hay cosas tiradas, voy, veo y compro si se puede comprar. Tengo una taba, pins (prendedores) del Partido Demócrata –porque mi viejo fue conservador–…
 
—¿Tuviste una vocación clara en la adolescencia y la juventud? 
—No, siempre fui un vago para estudiar pero tuve una suerte bárbara, Me metí de voluntario en el Ejército para salvarme de la colimba y después me salvé por número bajo (risas). No terminé la secundaria pero en el Ejército aprendí farmacia y trabajé. Luego me fui a Buenos Aires, conseguí una representación de productos biomédicos, me enganché en la venta, en 1972 entré en YPF, viví un año en Río Gallegos y unos meses en Río Grande, volví a Buenos Aires y conseguí el traslado a Paraná.

—¿Tu abuelo masón era el padre de tu papá? 
—Sí, Pedro Juan Garay, que fue procurador en Paraná y trabajó con Romeo Carbó. 
—¿Qué recordás de él? 
—Era un tipo delgado, no tan alto… no lo conocí.
 
—Ah, pensé que sí. 
—No, murió en 1926. Incluso mi papá –que fue el menor de los hermanos– cuando falleció mi abuelo creo que tenía 11 años.
 
—¿Cuándo recibiste su banda de masón? 
—Esa banda es recuerdo de familia y la tenía guardada mi tío –porque mi abuela era muy católica y era tabú. Incluso tenía el mandil, que en aquella época era de cuero de oveja –cuando se iniciaban– y luego eran finos mandiles de seda, bordados y con piedras –como ése que está ahí (lo señala)– para los distintos grados. Al pasar a maestro el mandil cambia totalmente. Cuando llegó a mis manos y lo abrí se deterioró un poco. Al fallecer mi abuela, papá lo pidió –porque también le gustaba juntar cosas antiguas.
 
—¿Cuál fue tu primera información o aproximación a la Masonería?
—Lo que siempre me contaba mi papá era que cuando era chico mi abuelito lo llevó a la casa de la Masonería –en calle Andrés Pazos–, entraron a una habitación (la de “pasos perdidos”) –no al templo– donde vio una carta dirigida a la Masonería local, firmada de puño y letra por (Bartolomé) Mitre. Le quedó una impresión a mi viejo. Todo eso se perdió y quemó en 1943 con el gobierno de facto y la intervención de Entre Ríos por José María Zavalla – quien hizo desastre con la Masonería. Lo poco que se salvó de la Masonería local –al igual que de todos los templos de la provincia– está en manos privadas o hay muy poco en algunos lugares. Tengo algunas fotocopias de documentación de la logia local Cosmopolita cuyos originales están en el Archivo de la Provincia de Santa Fe. También había un libro de actas deteriorado de la logia Unión y Trabajo –de 1890– que vi, luego desapareció y lo volví a ver en la Casa de la Cultura de Victoria.

—¿No hubo intentos de las logias –luego de 1943– por recuperar el material y la documentación que se preservó? 
—No, porque el que lo tiene, lo guardó, y al que no le interesó –como en esa época era tabú– lo destruyó. En Victoria hay una historiadora hizo donaciones de su padre al abad, quien las tiene en resguardo, así que no lo ves nunca más (risas). 
—Tienen que haber sido una pérdida muy importante desde el aspecto histórico. 
—Acá había un montón de documentación. Cuando levanta columnas en 2000 la logia de acá, la de Concordia “Rectitud” revisó la documentación pero es de 1950 en adelante. Algunas cosas se alcanzaron a rescatar y te las mostraré porque sé que te interesan: es un ahorro que hacían los masones en sobre cerrado, que dejaban para determinada persona, que cuando fallecía, se entregaba a los familiares. Desgraciadamente, también, de los masones de la década del 50 ya no queda ninguno. De los últimos más jóvenes que quedaba, fue (Sergio) Montiel y los otros deben tener más de 80. A Montiel en 1960 lo ascendieron a maestro, siguió su carrera masónica y no sé con qué grado falleció. Fue venerable de la logia local luego de estar en el gobierno.
 
—¿Tu papá no se incorporó a la Masonería? 
—No ingresó pero, por lo menos, guardó muchas cosas. Además, por él, tengo boletas antiguas de los partidos políticos y escritos de otras épocas. 
—¿Antes de ingresar a la logia, siempre te interesó el tema?
—Siempre traté de leer y junté artículos –incluso tengo entrevistas tuyas sobre el tema.
 
—¿Qué te atraía? 
—Antes de ingresar leí un reglamento del tercer grado que ocupaba mi abuelo y guardó la familia.
 
—¿Conversabas con tu papá sobre el tema? 
—Sí, a veces me contaba, porque –además– le interesaba la Historia y me comentaba y contaba.

—¿Qué imagen te hacías sobre la Masonería? 
—Siempre me quedó grabado lo de la escuadra y el compás. 
—La simbología esencial. 
—Claro, para colmo mi viejo me lo detalló, dijo: “Para los masones, la escuadra es el elemento de geometría que justo hace el ángulo de 90° y el compás, el que marca la circunferencia perfecta.”
 
—¿Cuándo y por qué decidiste iniciarte? 
—Un día me encontré con un amigo con quien habíamos ido juntos a la escuela y charlando sobre Historia me invitó. Me hizo la solicitud, pasó el tiempo correspondiente de entrevistas por parte de los integrantes de distintos grados de la logia para saber qué opinás y cómo pensás, porque no es como querer hacerse socio de un club. Y luego se publica tu nombre en los boletines para saber si alguien tiene alguna objeción o crítica. Me inicié en 1991, tengo muchos amigos masones y en una cena recientemente les dije que en la Masonería de Paraná ha desaparecido la filantropía.

—¿Por qué? 
—Al lado de la logia (calle Andrés Pazos) funciona el comedor universitario. En 2004 las honorables autoridades hicieron un arreglo con la facultad de Entre Ríos, porque ese local estuvo cerrado mucho tiempo, ya que estuvo usurpado. Cuando se lo entregaron a la Masonería estaba totalmente deteriorado. La Universidad se hizo cargo de los arreglos y se estableció una contribución que luego se reintegraba en nombre de la Gran Logia de la Argentina. A plata de hoy sería algo más de mil pesos. Hoy, donde comen los chicos, están pagando un alquiler de $ 18.000, según lo que me dijo gente allegada a las finanzas de la Masonería local. Como institución sin fines de lucro, está exceptuada de la tasa inmobiliaria, y de varios impuestos. 
—¿Cuándo comenzó a perderse ese espíritu filantrópico? 
—De alguna manera u otra, siempre se hizo filantropía. Antes, la Masonería en Buenos Aires tenía un orfanatorio y la cuota que se pagaba acá no solo era para mantener la logia de acá sino que se mandaba un porcentaje para eso. En la época en que estuvimos ayudábamos a algún comedor o escuela. Además, todo masón está en alguna asociación sin fines de lucro y cuando esa institución pide algo, el masón lo hace saber y quien puede colabora.

—¿Cómo fueron las sensaciones de la iniciación? 

—Hermosas, muy lindo. Me inicié en Paraná y vinieron masones de Santa Fe. La ceremonia es un ritual con muchos pasos, muy emotivos, y creo que todo masón debe sentir algo que lo conmueve.
 
—¿Tenía relación con lo que imaginabas, a medida que transcurrió el tiempo? 
—Eso es lo que se busca: el progreso intelectual, por eso se dice que es una institución filosófica, filantrópica y progresista, porque el progreso es para el individuo. Si aspirás a crecer y obtener más grados, tenés que prepararte y presentar trabajos sobre temas que te gusten. Lo que aprendés es infinito. Ahora estoy investigando sobre las logias y cuesta conseguir material, por la cuestión de la reserva. No obstante –cuando digo que soy masón– algunos se explayan un poco más.

—¿La etapa que más disfrutaste? 

—Los mejores momentos dependen porque en cada grado tenés distintas experiencias, al iniciarte, cuando sos “compañero”, luego “maestro”… Hay un afecto personal de los mismos hermanos y no se necesita ser ese amigo que está todos los días en el bar tomando un café. Si tenés un problema, lo planteás en una tenida (reunión) y seguramente habrá muchos masones que te ayudarán. Me gustaba ir y cuando se terminaba con la solemnidad de las tenidas, reunirte ahí a picar algo o ir a un restaurante.

—¿A qué temas te dedicaste particularmente? 
—Siempre te otorgan algún trabajo cuando comenzás a tener determinados grados. Siempre me gustó hacer de todo. 
—¿Cuál fue el primer libro que leíste? 
—¡Ah, sabés que no me acuerdo! Después que ingresé me interesé y comencé a leer. Tal es así que en 2005 –yo estuve hasta 2006 en la logia– conversábamos para hacer una biblioteca de revistas y libros pura y exclusivamente masónicos. Ya casi que teníamos todo porque un integrante estaba por escribir un libro, fue a Buenos Aires para hacerlo imprimir y charlando con el dueño se entera que era masón. Entonces le dijo que contaran con él para concretar la idea ya que nos iba a regalar los libros de orientación masónica y masónicos que habían editado, más los de un distribuidor –también masón. Con el correr del tiempo esta persona editó el libro, fue a Buenos Aires nuevamente y conseguía más de 150 libros.
 
—¿Qué pasó que no se concretó? 
—Después de la intervención de la logia, nosotros nos fuimos –en agosto de 2006. Uno de quienes se fue conmigo fue el doctor Enrique Berduc, los otros viven. Pero la condición de masón jamás se pierde y por eso guardo la ética y el silencio. Jamás haría una crítica destructiva contra la Masonería por haber tenido un problema, ya que no es la institución la que crea los problemas sino los hombres. La Masonería tiene principios benévolos extraordinarios y universales pero como en todas partes, se cuecen habas.
 
—¿Por qué dejaste la logia junto con un grupo de otros hermanos? 
—Nos fuimos por un problema institucional interno, en un momento en que se había pedido una intervención a la Gran Logia para solucionarlo. La institución no andaba y había problemas con un grupo, así que no se puede arreglar a las trompadas como en un club de fútbol. En ese momento, económicamente, no había problemas, luego de haber pasado la crisis de 2001. Había un desentendimiento entre dos grupos de ciertos grados.

—¿Las posiciones eran inconciliables? 

—Sí, sí.

—¿Cómo lo viviste luego de 14 años de haber pertenecido? 

—Te vas creyendo que hiciste bien por la institución y para no enfrentarte con hermanos, por lo menos en mi caso. También tenés que pensar en quienes vienen desde abajo. Primero es la institución y luego el problema de los hombres. La situación se normalizó en 2006 luego de la intervención de 120 días, cuando se llamó a elecciones.,
 
—¿No pensaste reintegrarte? 
—Sí, me han invitado, incluso de Santa Fe, y otro grupo que estaba formando un triángulo en Victoria. Estoy constantemente en contacto con masones y si quisiera volver no tengo ningún problema. Cuando un masón no paga la cuota, permanece en “sueños” y luego, si decide ingresar, se establece un porcentaje de ese monto, y te reincorporás con el mismo grado y trabajás en él.

Las luces y un golpe oscurantista
—¿Cuáles son los grandes períodos de las logias locales? 
—La buena y gran época fue a principios del siglo pasado: en Paraná la Masonería fundó una escuela de artes y oficios que era sostenida por los masones, los profesores enseñaban gratis, uno de ellos era Bavio e incluso se juntaba dinero para brindar una merienda, porque los alumnos eran humildes. La logia Cosmopolita presentó un plan de viviendas para hermanos masones humildes. Había mucha solidaridad y existía mucha filantropía. Un filántropo masón fue Berduc. Algún día tendrías que escribir sobre Manuel Martínez Fontes (diplomático de la Confederación Argentina) quien fue presidente de la Municipalidad entre 1875 y 1878, y se casó con la hermana de la mujer de José Hernández. Fue quien le organizó a Urquiza lo relacionado con la radicación de las colonias agrícolas. Cuando dejó la función pública estaba tan mal que no tenía vivienda propia y un grupo de masones se propusieron comprarle una casa junto con otras personas. La casa todavía se conserva y está en calle Urquiza al 1200, y hasta hace unos cinco años vivía una bisnieta de él. Quien me dio una lista de quienes había aportado fue el doctor Oscar Tabani Pérez Colman. 
—¿Otra etapa notable? 
—Hay que admirar a los masones que supieron mantener encendida la llama de la Masonería a partir de 1944 (gobierno de Edelmiro Farrell) frente a la intervención provincial de Carlos María Zavalla (teniente coronel). Incluso hubo gente que se tuvo que ir de Paraná por la persecución. Como liberal, también, lo miro más mal porque estatizó las usinas eléctricas provinciales. Después de eso –que fue muy bien aprovechado por todos los anti masones– prácticamente la Masonería quedó sepultada.

—¿A quiénes destacás como figuras que promovieron la revitalización luego de ese período nefasto? 
—Costó bastante trabajo porque en esa época hacer masonería era estoicismo. Después de 1950 vino gente que ahora tiene que tener 80 o 90 años, tales como los Jaroslavsky y el profesor Herrera –que fue rector del Colegio Nacional. En la década de 1970 se fundó otra logia –que fue irregular y luego la reconocieron en 1985–, la Justo José de Urquiza –que no sé si existirá actualmente. 
—¿Cuántas logias había mientras perteneciste? 
—En Paraná, la Unión y Trabajo, la Rectitud –de Concordia– y se restableció la Jorge Washington (Concepción del Uruguay) –con gente que vino de Buenos Aires– sobre la cual se dice que fue fundada en 1822.
 
—¿Tuviste relación con Sergio Montiel como hermano? 
—No, porque en la época en que estuve él estaba “en sueño” porque había estado en la función pública. Fue venerable de acá y no tengo conocimiento sobre su desempeño. Tengo un cuadro lógico (listado) de todos los integrantes de 1960 y en ese año fue ascendido a Maestro.
 
—¿Algún otro exgobernador masón? 
—Los antiguos: (Pascual) Echagüe, (Lucio) Mansilla… sobre eso no he podido profundizar. No hay ningún historiador entrerriano que diga que fulano fue masón.

Prejuicios y apertura
—¿En qué medida el poder determinante de la Iglesia Católica en Paraná influye en un pobre desarrollo de la Masonería? 
—La Masonería siempre se conservó en la sociedad como un tabú, algo malo, pero en su interior todos sus integrantes han tenido la conciencia tranquila porque han hecho lo mejor que se puede. Determinados conceptos no son secretos como se dice. 
—En los últimos años es evidente una política de mayor apertura por parte de la Gran Logia de la Argentina. 
—Exactamente aunque tampoco hay una promoción como para llamar y decir “muchachos, se necesitan afiliaciones para mantener la institución” o “vengan que le vamos a dar algo.”
 
—Aquella decisión pareciera no tener correspondencia y efectos por estos lares. 
—Es así. Admiro y conozco personalmente a (Ángel) Clavero (gran maestre de la Masonería argentina) porque es una persona muy inteligente, explica muy bien y es la autoridad máxima de la Masonería, a la cual le está dando impulso. Acá debieran hacerse muchos más actos culturales para difundir y que aquel que quiera ingresar lo pueda hacer. Hay que decir la verdad: la persona que tiene un buen sentimiento y es solidario, es un masón con mandil o sin él, por espíritu. Con aquello tendría más apertura y se llegaría más a la sociedad entrerriana. En España, por ejemplo, se hizo una presentación para que se tenga en cuenta a la Masonería como ONG consultora ante Naciones Unidas.

—¿En qué medida los prejuicios instalados deliberadamente están arraigados en la sociedad paranaense? 

—Hay una responsabilidad de la Masonería que no se hace conocer, por la ética y el silencio que hace en algunas acciones de bien. Por ejemplo, en un momento se donaron banderas a una escuela, pero anónimamente.

—¿Cuál crees que es el mayor infundio dicho sobre las logias? 

—En una época se decía que se sacrificaba gente.
 
—¿Sos católico? 
—Fui bautizado y me casé por iglesia pero siempre tuve la orientación a creer en un ser supremo que los masones le llamamos el gran arquitecto del mundo y la gente común le llama Dios. Se puede ingresar a la Masonería y pertenecer a cualquier culto e ideología.

—¿Dos o tres libros para quien quiera comenzar a interiorizarse?
—Hay muchos. (Eduardo) Callaey es masón y escribió varios libros. También puede ser el de (Emilio) Corbiere (La Masonería. Política y sociedades secretas). Es muy completo, habla de los libre pensadores y da muchos puntos de vista. La Masonería tiene una revista que se llama Símbolo, de cultura general.

Las logias entrerrianas y una historia que falta 
Garay colecciona objetos antiguos y un apartado digno de considerar son los relacionados específicamente con la Masonería, entre los cuales sobresalen mandiles, bandas, certificados y prendedores, entre otros. Igualmente adelantó que está recopilando información y documentación para un futuro libro.
 
—¿Cómo has formado la colección de objetos masónicos? 
—Compré muchas cosas en Montevideo donde tengo amigos masones y hay una muy linda y gran logia. A veces alguien me dice: “Fulano es masón”, entonces voy y hablo, y hay quienes no les interesa guardar las cosas.

—¿Detalles de algunos? 

—Tengo el certificado de maestro que te dan cuando llegás al tercer grado, una réplica de un grado superior al 30 que me trajeron de Estados Unidos, mandiles –que se ciñen a la cintura– bandas –del siglo XIX–, medallas que utilice al iniciarme en la logia San Juan de la Fe, otra por estar en la comisión directiva de la logia Rectitud de Concordia, otra de la logia Unión y Trabajo –con la banderita de Entre Ríos, un testamento lacrado de la logia de Concordia, un collarín del grado Rosacruz…

—¿Estás investigando y escribiendo sobre el tema? 

—Sí, estoy comenzando a investigar sobre las logias de Paraná y juntando cuanta cosa y libro encuentro. La idea es historiar desde 1800 a 1980, aunque actualizaré algunos aspectos hasta 2006 –en este caso sin nombres. Tengo la fotocopia de la escritura de calle Andrés Pazos –incluso la traslativa– de 1862. La logia Unión y Trabajo no se fundó en 1861 sino que en 1860 se funda la logia Asilo del Litoral y en 1861 se le hace el reconocimiento por parte de la Gran Logia de la Argentina –que había sido fundada en 1857. En cambio la logia San Juan de la Fe se fundó con carta patente de la Masonería uruguaya (Gran Oriente de la República Oriental del Uruguay) –que fue muy importante desde mediados del siglo XIX.
 
—¿Cómo puede hacer quien esté interesado en aportar datos, documentación u objetos? 
—Que se contacte conmigo y lo recibiré, y si tiene algún documento que me pueda interesar, que me lo preste para fotocopiar.

Fuente: Agencias.